miércoles, 17 de junio de 2015

Kotov aconseja sobre los apremios del reloj

Apuro de tiempo
Un gran maestro se sienta durante horas ante el tablero, en medio de la quietud de la sala del torneo. Sumi­do en sus pensamientos, la única acción que se presenta de vez en cuando es al mover una pieza, parar su reloj y cambiar de postura. Luego sigue otro tranquilo e inactivo período.
Esta es la situación al principio de la partida, pero como el tiempo co­rre y el final de la sesión de juego se aproxima, una sensación de tensión llena la sala. Los espectadores están excitados, los árbitros hablan entre sí, los jugadores empiezan a ponerse nerviosos. El apuro de tiempo está en camino y los más interesados se preo­cupan del estado de la partida. Esto ocurre cuando el juego está general­mente decidido, cuando ya se han cometido la mayoría de los errores. El apuro de tiempo son unos mo­mentos de infundada alegría y de un doloroso desengaño.
Cuando la bandera se levanta y sólo tiene unos pocos segundos para pensar las jugadas restantes, no debe ponerse más nervioso. Algunos fuer­tes jugadores pierden el control de sus nervios. Reshevsky, por ejemplo, da saltos en la silla, habla consigo mismo y mira con miedo al reloj.
Con otros ocurre lo contrario. Bronstein, incluso en el más espanto­so apuro de tiempo, todavía consi­gue no sólo escribir las jugadas, sino que también continúa anotando el tiempo invertido por cada jugador.
El apuro de reloj es un error de tiempo. ¿Puede usted señalar cuánto tiempo le queda, qué miserable por­ción de tiempo tiene para tomar cru­ciales decisiones? No, no puede. Na­die hará mucho caso, ningún juez cambiará el resultado en la tabla del torneo. Yo le aconsejo que demues­tre una actitud severamente crítica a los errores en el apuro de tiempo, siguiendo el ejemplo de Alekhine, quien escribió de una de sus jugadas en la partida contra Taylor, Nottingham, 1936: "Una jugada horrible, y, en mi opinión, el hecho de que el blanco estuviera apurado de tiempo cuando lo hizo no tiene más justifi­cación que la ya consabida disculpa de que él estaba borracho cuando cometió el crimen. La poca habili­dad de un experto maestro para hacer frente al reloj será considerada tan incorrecta como el descuidarse en los análisis." ¡Recuerde eso!
No obstante, el apuro de tiempo es una auténtica prueba para el ju­gador, y en mi época yo he visto todo tipo de reacciones nerviosas y con­ductas desacostumbradas durante él. Ya he hablado en otra parte del árbitro, quien, habiendo perdido el control, dijo a los jugadores: "¡No muevan tan rápido, no puedo seguir lo que están haciendo!"
Una vez, en el club de ajedrez de Moscú, vi cómo dos jugadores de primera categoría hacían saltar las piezas que ya habían sido cambiadas del tablero, de tal modo que caían al suelo. ¡Era como si estuvieran ju­gando a los bolos y no al ajedrez! Una vez el maestro J. Mazel dejó de escribir sus jugadas e intentó adivi­nar sí había hecho las suficientes mi­rando la planilla de su oponente, N. Kopayev. Este último se molestó por esto y ocultó su planilla bajo la mesa, y la sacó de nuevo sólo después de que Mazel puso una pieza "en prise" en la jugada 52, ¡cuando el si­guiente control de tiempo ya había casi pasado! (1).
¡Como éste hay muchos sucesos extraños y también muchas tragedias! Pero si uno está apurado de tiempo, ¿cuál es la mejor manera de jugar? ¿Qué consejo puede servir aquí? Este es un gran tema sobre el que se podría escribir cantidad, y en este ¡libro debemos dedicar alguna aten­ción al problema.
Con la proximidad del apuro de tiempo la forma de pensar de un ju­gador cambia. Él piensa más en jugadas sencillas que en problemas generales, o, como apunta Brons­tein, ante el cercano apuro de tiem­po usted debe pensar más en la láctica y menos en la estrategia. Él es un experto en este tema, y sus mu­chas experiencias de apuro de tiempo se han resuelto generalmente a su favor.
Quizás el principal problema sea mantener el control de sus nervios. No todo el mundo puede hacer esto, que es por lo que algunos hábiles jugadores deliberadamente intentan pasar el menor tiempo posible ante una posición difícil. Ellos esperan a que su oponente se confunda y co­meta un error. Uno tiene que saber cómo combatir a estas personas, y usted debe reconocer que las hay que adoptan tácticas de este tipo.
De alguna manera la falta de tiempo de su oponente debe afectarlo a usted. ¿Cómo puede mantener la calma si la forma de sentarse de su oponente es retorcida, si se tiene tomadas las orejas y está saltando en su silla? Smyslov me contó su invaria­ble defensa contra tal conducta. Cuando yo me quejé de que no podía soportar la visión de Reshevsky retorciéndose como si estuviera en una sartén cuando estaba apurado de tiempo, él me dio este consejo: "Us­ted se debe alejar del tablero. Tiene bastante tiempo. Dese un pequeño paseo y deje que sufra él solo. Cuan­do le toque jugar vuelva, y luego repita el proceso." Probé el método. Aunque se pierde algo de tiempo, es una gran ayuda.
Algunos jugadores argumentan que deben explotar la escasez de tiempo de su oponente jugando ellos mismos con rapidez. Aceptan la va­riante para no dar a su adversario la oportunidad de pensar mientras no corra su reloj. Sabiendo que es im­prudente mover la prisa, ya que corren el riesgo de equivocarse, tratan de pensar una larga variante, y luego hacen las jugadas de ésta rápi­damente, esperando sorprender a su oponente, que tiene poco tiempo para estudiarla. Sin embargo, este método de jugar "a la suerte" lleva muy a menudo a que el jugador que tiene más tiempo cometa errores.
Naturalmente, los mayores pro­blemas se presentan cuando es usted, y no su contrario, quien está apura­do de tiempo. Lo primero de todo, ¿cómo está para llevar la cuenta de cuántas jugadas tiene que hacer y cuánto queda para llegar al control? Se tiene que preocupar únicamente de cómo van las jugadas de su plani­lla, y no puede conseguir ayuda de fuera —las reglas del ajedrez no le permiten preguntar a nadie—. Inge­niosos jugadores han considerado muchos consejos para resolver esto. Algunos toman un grupo de piezas que están ya fuera del tablero, y cada vez que mueven quitan una. Corno el número primitivo de piezas en el grupo corresponde al número de jugadas que quedaban, usted tie­ne una señal visual, ¿pero qué ocurre si con las prisas olvida quitar una cada vez? Entonces tendrá que hacer más jugadas de las que en realidad se necesitaban, antes de creerse seguro.
Algunas veces otros escriben notas para sí mismos en la planilla. Por ejemplo, hasta la jugada 30 escriben dos horas, hasta la 35 dos horas y quince minutos, pero en la práctica no hacen caso de sus propias anota­ciones, ¡y terminan apurados de tiempo, como siempre!
No hay más que un pequeño con­sejo que yo pueda dar. Procure no apurarse de tiempo en absoluto, o si no entrénese para jugar como si es­tuviera apurado de reloj, aunque en realidad no le esté. Si su oponente está apurado, ignórelo; juegue la partida igual que hasta ahora. Si está en apuro de reloj, conserve la calma, repito, no se ponga nervioso. Mantenga la misma escritura clara de las jugadas, el mismo examen metódico de las variantes, pero de un modo más rápido.
Alguien se sentirá obligado a decir esto: "Ese consejo está muy bien, pero ¿cómo reacciona usted?" Yo sólo puedo decir que, como norma, los mejores jugadores del mundo jue­gan en el apuro de tiempo como sí no lo estuvieran. Así que aprenda y siga su ejemplo.

'1; A lo que se refiere Kotov es que ellos probablemente estaban jugando con el tiem­po estándar internacional de 40 jugadas en dos horas y media, y luego 16 a la hora.




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