(Por d Dr. Loredano Gonzalez del Campo).
Las
agencias cablegráficas lo
han dicho y lo han
repetido: José Raúl Capablanca
ha muerto, ha dejado
de existir tal
como viviera, junto al
tablero de ajedrez,
con la privilegiada
mente en actividad, con los reflejos de
su genialidad iluminando
las diversas piezas
en movimientos amenazadores,
con la conciencia alerta.
Pero las agencias cablegráficas no
han dicho la
verdad. Por lo menos,
no han sabido decirla en
toda su plenitud;
por lo menos, no han
sabido expresar la realidad
de lo ocurrido....
Hombres así,
tenemos que repetirlo,
no mueren, no
pueden morir. EI
cable se equivoca
cuanto tal afirma.
Las agencias informativas
faltan a Ia
verdad cuando así lo dicen.
Quien en el
mundo ha conquistado lugar
destacado y propio
desde los cuatro
años de edad hasta
los cincuenta y
tres; quien por
encima de las
pasiones de los espíritus, por
sobre el pugilato
de otras mentes
noblemente dotadas logran mantener
tamaña grandeza que
hace ver minúsculos a tantos y tantos
hombres, ese no muere
nunca. Cuando para él
Ilega fatalmente lo que
para otro es
muerte, para aquel
no pasa de
ser transmutación, proyección
que Ie agiganta,
un crecer hacia la altura,
un alargarse hasta
el infinito, una ascensión hacia lo divino,
un salto definitivo
hacia lo inmortal. Mas nuestra pena
y nuestro duelo
no dejan de
tener razón, no por
la muerte del
genio, no por la
caída del hombre joven
en plenitud mental. EI duelo
nuestro es el
duelo hondo de
quien se ve
desposeído; es la
pena de quien
sabe que algo único le
ha sido arrebatado. Capablanca era
de Cuba. Los
hijos de este
suelo experimentaron el orgullo
de saberlo nacido en la
misma cuna. Y
esa gloria y ese galardón nada pudieron arrebatárnoslo. Las
ofertas tentadoras de
bienes económicos no le
hicieron renegar de
sus orígenes... Y
Capablanca siguió siendo
nuestro. Y Capablanca siguió amando
esta tierra y sintiéndose agradecido
hijo de este terrón
de suelo
capitalino. Pero ahora,
esta transmutación de
infinito, este agigantarse hasta
la inmortalidad, nos
arrebata para siempre
a Capablanca. EI campeón de
campeones, el glorioso
cubano,... ha caído para
siempre en los
dominios de la
universalidad, ha dejado
de ser una gloria
nuestra para ser
una gloria del
mundo; ha escapado
para siempre de este
pedacito de tierra
que le vio
nacer para alojarse en el inmenso devenir
de los tiempos,
en las páginas
de los libros
que asombren a la
posteridad, en las
filas de los
genios que el
mundo ha producido, en
la admiración de
cuantos vivan después
de él. Ese es
nuestro gran duelo, el
duelo de que lo
que fuera sólo
nuestro ha pasado
a ser para
siempre de la
humanidad. De la
humanidad que nos
arrebata hasta el
derecho de llorarlo
solos.
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